Las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina están ubicadas al nor-occidente del país, frente a las costas de Nicaragua. Esta región fue disputada por las empresas que colonizaron el Caribe y cada una, a su manera, implementó allí su modelo colonial en distintos momentos. La configuración cultural actual de estas islas da cuenta de esas distintas influencias que desde el siglo XV se dejaron sentir en el caribe.
En el texto “Old Providence, Cuando el Mar es Territorio”1, del cual incluyo algunos fragmentos a continuación, describo someramente la manera como se ha configurado el movimiento cultural y musical en este eje regional. Sin embargo, antes de dar paso a ese texto es necesario señalar algunas características de los formatos instrumentales que mayor presencia tienen hoy en las islas y en los cuales nos centramos en los procesos formativos de las Escuelas de Música Tradicional del Ministerio de Cultura en este eje regional:
EL CONJUNTO TÍPICO
EL CONJUNTO POPULAR
•El conjunto típico
La estructura de este formato tradicional está caracterizada por el empleo de instrumentos de cuerda y percusión. Mantiene un margen de interpretaciones de tipo instrumental-vocal (tipo canción) similar a las exclusivamente instrumentales. La conformación más general esta determinada así:
Voces y Coros (en formatos vocal-instrumentales)
Mandolina ó violín
Guitarra acústica (en algunos casos dos guitarras -función armónica)
Bajo Tina ó tub-bass (en función de bajo armónico)
Quijada ó jawbone (rol ritmo-percusivo)
Maracas (rol ritmo-percusivo)
Las músicas que se suelen interpretar son de origen más antiguo y tradicional dentro de las expresiones isleñas y regularmente son de carácter danzístico. Las de mayor interpretación por este formato son:
Vals
Pasillo
Mazurca
Quadrille
Polca
Schottis
Calypso
Mento
Foxtrot
•El Conjunto Popular
Este formato tradicional está influenciado en sus elementos musicales principales por las tendencias de las antillas y Norteamérica, se caracteriza por el empleo de instrumentos electrónicos y de percusión. Regularmente, el conjunto popular interpreta géneros musicales de tipo instrumental-vocal (tipo canción). La conformación más general esta determinada así:
Guitarra eléctrica (Como instrumento ritmo-armónico)
Teclados (– de uso eventual - Como instrumento melódico y ritmo-armónico)
Sección de cobres (saxofón, trompeta, trombón, en un rol melódico-armónico)
Bajo eléctrico (como soporte armónico)
Voces y Coros (dentro de la interpretación vocal - instrumental)
Batería (en el rol ritmo-percusivo)
Los géneros musicales que este formato interpreta poseen tendencias más modernas de expresión antillana, que contienen una cadencia rítmica marcada y de armonía recurrente:
Calypso
Soka
Suck
Reggae
En esta capa de la CARTOGRAFÍA DE PRÁCTICAS MUSICALES hemos decidido no asumir a profundidad estos formatos instrumentales electrónicos como el Conjunto Popular de este eje regional. Esperamos en otras capas del mapa reseñar este tipo de formatos instrumentales de músicas populares que se han implementado y circulan a partir la influencia de los medios masivos de comunicación.
Old Providence: Cuando el mar es territorio(1)
Omar Romero G.(2)
Old Providence es una de las islas que conforman el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, presencia colombiana más lejana en el Caribe y, tal vez, único territorio nacional con lengua de raíz anglosajona. Tan solo cuenta con 4500 habitantes y por lo menos la cuarta parte de su población es musicalmente activa en cualquiera de las múltiples formas musicales que “suenan” en la isla.
Un proyecto de grabación y registro de músicas y músicos de Old Providence desarrollado por el Ministerio de Cultura para apoyar la consolidación de la Escuela Regional de Música Tom Silaya en el año 1998 puso de presente, para nosotros, la inmensa movilidad de músicos y músicas en esta pequeña isla.(3)
Provenir de tantas historias, contar los relatos dispersos por todo el Caribe, ser frontera, ser mar, ha significado para Old Providence la envidiable imposibilidad de ser… identidad. La “tradición” en la isla no es la sumatoria de las fragmentadas historias que la atraviesan, es el movimiento permanente dentro de la isla quien en realidad la configura. La calma del mar en las playas de Old Providence es engañosa.
Este mar, este inmenso movimiento sonoro concentrado en una pequeña isla caribeña desafía abiertamente nuestra mirada, formada para comprender territorios inmóviles, fronteras fuertemente marcadas y defendidas, con regímenes sonoros igualmente estáticos y custodiados como ejercicio de soberanía y “resistencia cultural”. Paisajes evidentemente dinámicos como estos nos obligan a movilizarnos, a hacer caso de la propuesta de Renato Ortiz, “la comprensión de un mundo desterritorializado requiere un punto de vista igualmente desterritorializado”(4) . Es entonces cuando las categorías de análisis como aculturación, deculturación, tradición, identidad, pérdida y ganancia, no logran instalarse en el recorrido de las líneas de fuerza que gobiernan estos viejos-nuevos lugares. Pensar estos lugares nos obliga a comprender la dinámica de estas culturas y de sus presencias culturales. Toda desterritorialización trae consigo una nueva reterritorialización, una nueva forma de actualizar y localizar el medio físico como dimensión social.
Old Providence perteneció al circuito de influencia de los indígenas Misquitos que actualmente sobreviven en la costa Atlántica de Nicaragua. Ellos son los primeros pobladores de quienes se tenga noticia, de ellos no queda mucho rastro hoy en día, tal vez porque esta zona de transición “disfrutó” de varios de los modelos de imposición colonial que Europa ejerció en América, modelos que fueron desde la física eliminación hasta el mestizaje. Gran Bretaña, Holanda, Francia y España se disputaron durante mucho tiempo todo el caribe. Solo hacia 1630 se generó un movimiento poblacional en Old Providence con la creación de una plantación controlada por puritanos ingleses y basada, según el modelo de colonización inglesa, en mano de obra esclava negra. Esclavos traídos directamente de África o de otros ejes de esclavos en el Caribe como Jamaica o Trinidad fueron consolidando los núcleos poblacionales. Sin embargo, a pesar de la presencia negra en estos primeros núcleos no existe en estas islas una explícita sonoridad musical africana, instrumentos y formas musicales negras como las que sobrevivieron en otras islas caribeñas como Cuba o Haití, estrechamente ligadas con la ritualidad y la concepción mágico-religiosa africana. Sucumbieron aquí, o mejor, fueron obligadas a desplazarse para fundar nuevas maneras de ser afro, de ser negro, maneras de permanecer en este particular escenario de esclavitud. Ellos se apropiaron a su manera de estructuras musicales europeas, reelaboraron su religiosidad a partir de los ritos religiosos europeos y adoptaron la lengua criolla de base inglesa elaborada en las Antillas.
Después llegó España, que sorprendentemente no impuso el castellano como lengua única ni logró consolidar la religión católica en toda la población, luego llegaron los piratas famosos como Morgan que burlaron desde estas pequeñas islas las riquezas que reclamaba para sí España. Más tarde Colombia y sus reclamaciones estratégicas en el Caribe le asignaron a estas islas una nación con la cual identificarse.
Pero el Caribe no funciona en el esquema de las naciones, abre y cierra sus fronteras cada vez que quiere, mantiene ocultos sus circuitos de comunicación. Todo el Caribe es atravesado indistintamente tanto por las vertientes anglosajonas como por las vertientes hispanas que marcaron la colonización y en mayor o menor medida cada localización caribeña se mantiene atada a estas fuerzas. Old Providence, por ejemplo, jamás ha dejado de mantener una estrecha relación con Jamaica, Haití o Trinidad, incluso, con las poblaciones negras del sur de los Estados Unidos, se pasea por las playas continentales de Nicaragua, Costa Rica, Panamá, México y retorna. Es mar.
Sonoridades de la vertiente anglo-caribeña conviven con las expresiones corales religiosas que impulsaron las iglesias y con las canciones y las danzas de salón europeas que configuraron el naciente repertorio musical isleño. El Calipso y el Mento, que pudieran ser entendidos como el sistema anglo equivalente al son y al bolero, impusieron su fuerza, mientras que la necesidad de crear elementos de identificación nacional con Colombia generó el desarrollo de ritmos como el pasillo que, en su momento, legitimaban el ejercicio de la nacionalidad en nuestro país.
Mientras tanto, los marineros seguían trayendo las voces de todo el océano. Ya fuera porque esos marineros eran músicos o porque traían en su equipaje los primeros discos de un naciente mercado a ritmo de vitrola con la música country, el bolero y la ranchera. Este movimiento hace que toda una generación de hoy abuelos en Old Providence escuchara y produjera estas músicas.
Mientras todo el caribe se incendia con la esperanza predicada por Marcus Garvey y Bob Marley da cuerpo a la sonoridad del Reggae como expresión del movimiento Rastafari, se funda una nueva línea que se impone y reorganiza las expresiones vitales caribeñas. A través de Jamaica se renuevan los vínculos africanos en el Caribe anglosajón, se pone de presente una vez más el proceso de diáspora y esperanza de las poblaciones de origen afro en América y se mira de nuevo y para siempre hacia África. En Old Providence, por supuesto, aún se mantiene la cadencia tradicional del Reggae instrumentado con canabis dulce, mientras los más jóvenes esperan ser llamados por las disqueras para ser famosos algún día.
Cada vez más, el mercado se va consolidando como una fuerza que impone sus condiciones y sus desiguales maneras de negociar, pero esta nueva forma de mundo, transacción, desigualdad y conflicto, es solo una forma más, una ola más de las tantas que empuja en el mar Caribe. Acomodarse a las fuerzas que se van imponiendo no es un ejercicio nuevo para pueblos como el de Old Providence, por ello la Soca, el Suck, el Vallenato, la Terapia, el Trans, el Chucu-Chucu, todo aquello que circula no significa el fin para nadie. Se reterritorializarán los sentidos y se esperará una nueva ola.
Finalmente y siguiendo a Renato Ortiz: “la modernidad es quizá la primera civilización que hace de la desterritorialización su principio” (5), lo que sorprende de la movilidad en Old Providence es que tal manera de desterritorializarse y reterritorializarse ha sido un ejercicio de mas de 400 años, y apenas ahora estamos siendo capaces de acceder a estrategias conceptuales que nos permitan comprender en su complejidad semejantes maneras que, seguramente son comunes en otros territorios que pretendemos defender como escenarios inmóviles.
Referencias bibliográficas:
Bermúdez, Egberto. “Las Islas y su Cultura”. Presentación del disco compacto “Nobody Business But My Own”. Fundación de Música. Santa Fe de Bogotá, 1996.
Bermúdez, Egberto. “San Andrés y Providencia”. Folleto de la colección Música Tradicional y Popular Colombiana. Vol. N.8. Procultura S.A. Bogotá, 1987
Bermúdez, Egberto. “La música de las islas”. Revista Gaceta N.13. Bogotá, 1992.
Forbes, Oakley “Cultura y Lengua Criolla en el Caribe Colombiano”. Voces, Revista de Estudios Sociales. N.4. Armenia, junio de 1998. Pags. 95-110.
García Caclini, Néstor. “La Globalización imaginada”. Capítulo: Globalizarnos o defender la identidad. ¿Cómo salir de esta opción?.
Página WWW de Nueva Sociedad. México,
(http://personales.jet.es/ari-peru/Opinion/Opinion4/body_opinion4.html)
Ianni, O. “Teorías de la globalización”. Siglo XXI, México, 1996
Ortiz, Renato “El Otro Territorio”. Convenio Andrés Bello. Bogotá, 1998.
Perea Escobar, Angel “El Alarido del Caribe”. Magazín Dominical de El Espectador Ns. 293 a 296. Noviembre de 1988.
Trujillo Caicedo, Adelaida “La gente de Providencia”. Magazín Dominical de El Espectador N. 51. Marzo 18 de 1984. Pag 8.
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“El Patrimonio como Laberinto y Paradoja” (www.iaph.junta-andalucia.es/dossier1art1.html)
(1) Una versión inicial de esta ponencia fue presentada en el III CONGRESO LATINOAMERICANO DE LA INTERNATIONAL ASSOCIATION FOR THE STUDY OF POPULAR MUSIC - IASPM –realizado en Bogotá el mes de Agosto de 2000, organizado por la Academia Superior de Artes de Bogotá, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la IASPM.
(2) Músico egresado de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB). ([email protected])
(3) Grabaciones de campo, recogidas en el disco compacto “Seven Notes for Seven Colors – Regional Music School Tom Silaya, Old Providence”, traen a escena músicos-pescadores como GLASFORD HOWARD RANKIN que, con su guitarra, salta de las rancheras mexicanas al country music más campesino y tradicional; al CORAL GROUP, una de las más reconocidas agrupaciones de la isla que trabaja el formato de violín o mandolina, guitarras, tina-bajo ó tinófono, quijada y voces, para interpretar antiguas canciones y bailes de salón europeos, calipsos, mentos y pasillos; a la OLD PROVIDENCE YOUTH BAND, con sus casi 30 jóvenes músicos y sus 2 bailarinas (importantes ejes del “amarre” rítmico del grupo); a RAG-A-ROO, el místico grupo de regaae en donde “Jah control everything”; a CARIBBEAN CHOCOLATE, los casi-niños que grabaron improvisadamente su Soca “Música, no química, no física” en medio del descanso de la grabación de la banda juvenil; a THE McLEAN BROTHERS, una de las mas reconocidas familias de músicos que habita en South West Bay cuyos miembros participan en grupos de formatos “tradicionales” y “modernos”; a REVOLUTION, un contestario grupo de regaae que canta sus letras sobre pistas de sintetizadores; a NEW SURVIVAL, importante experiencia de formación de los más jóvenes en la sonoridad del regaae y la esperanza Rasta; a EL POLVORETE, un interesante grupo que retoma el acordeón de botones para interpretar bailes de salón europeos y vallenatos continentales de moda; a Willie Bee, viejo marinero conocido por su manera de interpretar la mandolina y el violín, pero que guarda para las reuniones privadas la magistral interpretación de boleros acompañándolos con la guitarra. En fin, sonoridades múltiples que conviven en esta isla con los coros de las iglesias Bautista y Cristiana que aglutinan masivamente a la población isleña cada domingo en los servicios religiosos y que colman el espacio sonoro de este “mar de los siete colores”.
(4) Ortiz, Renato. “El Otro Territorio”. Convenio Andrés Bello. Bogotá, 1998.
(5) Ibíd.