El sexteto Arturo Hernández -bautizado así en honor al padre de Domingo-Interpreta esa música que
correo por las venas de los Sananteranos: La que los emociona desde niños, la que los pone a bailar, la
que le canta a la tierra que los vio nacer, la música de las celebraciones familiares y también la que ha
hecho más llevaderos los desamores. Hay que ver tocar a este sexteto para entender que allí hay mucho
talento: Hay mística, hay pasión. Se divierten dándole vida a su música, pero asumen cada toque como
un ritual. Cuando Domingo da la orden, suenan las maracas, la clave, la tumbadora, los bongos, el güiro y
esa caja hermosa y mágica que es la marímbula. Y tras ellos alineados, emocionados y uniformados con
sus camisas de palmeras, siete, ocho o nueve músicos de la familia.
En un extremo, Domingo marca el ritmo con sus manos de pescador. Domingo dirige, Domingo vigila que
sus hijos, que su hermana, que sus cuñados y que sus nietos lleven el ritmo. Desde su extremo, Domingo
les da vida a las canciones que él mismo ha compuesto y que ha cantado decenas de veces, centenares
de veces, no solo para grabarlas en su memoria sino también para romper el silencio de esas largas
faenas de pesca que comienzan antes de que el sol asome.